Hablar
es positivo, es una de las mejores maneras de analizar las ideas y someterlas a un examen para observar si tienen algún sentido y su razonamiento es sólido y coherente. A
todos nos encanta hablar, deseamos que los demás escuchen nuestras ideas para mostrar que estamos al corriente de lo que se discute. Saber dialogar es uno de los mejores presentes que se pueden dar a los otros y a uno mismo. Mejoran la comunicación y las relaciones.
En realidad, aprender
a dialogar es dejar de ser egoístas, es valorar al otro, es estar abierto y receptivo, sin orgullo y soberbia, es escuchar a los que
piensan diferente para reconocer lo que no podemos ver, con respeto y tolerancia.
Escuchar al que habla, es formar un visión
macro de todos sus gestos y emociones,
es empatía.
A su vez, el
dialogo es el alma de toda relación. Desgraciadamente, los
obstáculos al dialogo son muchos, pero son pocos los que los superan.
Damos
un paso si, ante todo, habláramos menos y escucháramos, actuáramos más…
El Presidente Theodore Roosevelt
sentía verdadera pasión por la caza mayor y, cuando supo que un famoso cazador inglés estaba
en los Estados Unidos, le invito a la Casa Blanca con la esperanza de que le
revelará algunos de sus secretos cinegéticos.
Tras permanecer reunidos
ellos dos durante dos horas, sin que nadie les molestara, el inglés salió un
poco aturdido.
“¿Que le ha dicho usted
al presidente?”, le pregunto un periodista.
“Le he dicho mi nombre”,
respondió el visitante, completamente exhausto.
En efecto, La
ventaja de hablar es que es una manera segura de saber que hay algo que me
impacienta. Si se habla mucho de un
tema, es posible que sea porque éste recalca mucho en su radar de la
psiquis, es esto es una señal de que tiene que hacer algo al respecto, préstele
atención, actué.
De otra parte, la
confianza en uno mismo y las grandes palabras, si no las respaldamos con actos,
dejan indiferentes a los demás. Si no se deja de usar el pronombre “yo” en cada
frase, es que tiene que hacer algo…como bajar la voz.
Bla, bla…yo…bla blá…es que soy…y yo…mira que yo…bla bla y decía…yo, bla bla yo mismo…si es que yo bla bla …soy bla bla bla… ¡Basta ya!, con esa adicción verbalista. Evitemos naufragar en un mar de palabras...
Fundimos las orejas de los clientes rindiendo informes voluminosos -inteligencia artificial, tecnología cognitiva- llenos de palabras bonitas y técnicas importadas, dejando atrás el juicio, la subjetividad, la intuición, el sentido común y las virtudes éticas, mayores activos de un auditor.
Solemos vivir en orgías verbales -Comités, seminarios superficiales, paginas web especializadas, auditoria on line etcétera -, dada nuestra indeclinable tendencia a embelesarnos con las palabras y a sustituir con ellas las debidas acciones.
Fundimos las orejas de los clientes rindiendo informes voluminosos -inteligencia artificial, tecnología cognitiva- llenos de palabras bonitas y técnicas importadas, dejando atrás el juicio, la subjetividad, la intuición, el sentido común y las virtudes éticas, mayores activos de un auditor.
Solemos vivir en orgías verbales -Comités, seminarios superficiales, paginas web especializadas, auditoria on line etcétera -, dada nuestra indeclinable tendencia a embelesarnos con las palabras y a sustituir con ellas las debidas acciones.
En pocas palabras,
si el auditor habla a lo grande y actúa a lo grande, entonces es grande de verdad.
Para reflexionar...
Para reflexionar...
Hasta
pronto.
La experiencia propia en auditoria es el mejor camino para aprender, puesto que, de otra forma, no florecería un aprendizaje nuestro, sino de personas que vivieron la experiencia. Serían conocimientos prestados.
La experiencia propia en auditoria es el mejor camino para aprender, puesto que, de otra forma, no florecería un aprendizaje nuestro, sino de personas que vivieron la experiencia. Serían conocimientos prestados.
0 comentarios:
Publicar un comentario