Redactar un informe en ciertas
ocasiones es directo e impersonal y para
que éste sea eficaz ha de exigirse en el auditor un gran esfuerzo de atención,
objetividad, creatividad y moralidad profesional.
Un informe de auditoría requiere que el auditor tenga sobriedad sin
aspereza o brevedad, evite la gramática
complicada, la verborrea y la hojarasca, no sea infiel al sentido de los
hechos, destierre los sentidos de parcialidad, cancele el servilismo, elimine
la pasividad y tome las precauciones
posibles para que su opinión esté
fundamentada –si no es posible llegar a
una certeza o conclusión sobre un hallazgo determinado, no dude en señalar este
vacío- y facilite la reducción del informe mismo
con solo leer los títulos o centrar la atención en aquél que inmediatamente
interesa.
Es importante recordar que el informe es una
comunicación destinada a presentar de manera clara y pormenorizada, el resumen
de hechos y hallazgos o actividades
presentes, pasadas o en algunos casos previsibles, partiendo de datos quizás ya
comprobados. Aunque esencialmente se compone de datos, el informe contiene un
juicio profesional del auditor, así como conclusiones y recomendaciones en torno a una auditoria
que lo motiva.
En la redacción del informe el
auditor debe evitar los siguientes errores comunes:
1. Simular o exagerar
los hechos.
2. Deformar los hechos, omitiendo algún detalle.
3. Equivocar ciertos datos, términos o citas.
4. Hacer demostraciones matemáticas no convincentes.
5. Confundir los hechos con las opiniones.
6. Incurrir en contradicciones.
7. Desarrollar en forma incompleta algún punto.
8. Disponer secciones o párrafos en forma desordenada.
9. Emplear periodos largos y complicados.
10. Repetir innecesariamente la misma palabra o idea.
11. Abusar de tecnicismos innecesarios.
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