Si alguien, por méritos propios, alcanza algún reconocimiento, de inmediato brincan miles de envidiosos que consideran injusta esa distinción. El argumento que se dan a sí mismos es muy sencillo; ellos son mejores, más inteligentes, más talentosos, más brillantes, y por lo tanto ese reconocimiento lo merecen ellos y no el otro. Sin embargo, no critican de frente ni compiten con franqueza y dignidad.
La
envidia es un sentimiento que no conquista nada hacia fuera, que impide
avanzar, compartir, gozar. Por eso, dicen que un colombiano es más inteligente
que un japonés, pero, dos japoneses son más inteligentes que dos colombianos.
Dos colombianos juntos, en lugar de hacer equipo, se dedicarán a pelear y de
tratar que el otro no haga nada hasta que ambos terminen enterrados como
cangrejos al fondo de un balde.
Había un pescador con un balde de cangrejos vivos en un rincón del puerto. Un extranjero se acercó y le advirtió que uno de los crustáceos estaba a punto de salirse del balde. El pescador, sin levantar siguiera la mirada y continuando con su labor de doblar las redes, dijo: No hay problema, no pasa nada; pero se le pueden escapar, replicó el forastero sin entender la situación. Entonces el pescador se sonrió y explicó con una sonrisa en los labios: Son cangrejos colombianos, doctor. Si uno de ellos quiere salir del balde y está ya al borde, los otros se encargan de regresarlo al fondo.
Había un pescador con un balde de cangrejos vivos en un rincón del puerto. Un extranjero se acercó y le advirtió que uno de los crustáceos estaba a punto de salirse del balde. El pescador, sin levantar siguiera la mirada y continuando con su labor de doblar las redes, dijo: No hay problema, no pasa nada; pero se le pueden escapar, replicó el forastero sin entender la situación. Entonces el pescador se sonrió y explicó con una sonrisa en los labios: Son cangrejos colombianos, doctor. Si uno de ellos quiere salir del balde y está ya al borde, los otros se encargan de regresarlo al fondo.
Cualquier
campo de actividad donde haya competencia, o sea en todos, resulta siempre fértil
para que germinen las malas hierbas de la envidia, una anti virtud tan difundida en el mundo laboral que llega a
constituirse en otra de nuestras culturas de lastre, por los efectos negativos
que produce en la psiquis de quienes se dejan dominar por ella y pueden llegar
hasta alienarse de la realidad.
Sin
embargo, sobre este tema hemos concebido fábulas mucho más penetrantes
aún, como la del genio aquel que se le
apareció a un colega nuestro y prometió concederle cualquier deseo, pero con la
expresa advertencia de que, a su envidiado socio de auditoria, habría de darle
justamente el doble de lo que él pidiese…Desconcertado el buen hombre del arte
contable, imploró que le concediera la noche para consultar con la almohada tan
irritante dilema y a la mañana siguiente, después de haber cavilado largamente
sin poder conciliar el sueño, concretó al genio su pedido: “Por favor, ¡Sáqueme
un ojo!”
Hay
entidades como colaboradores que, dominados por los rencores y los odios que
genera la envidia, sufren un proceso paralizante que contribuye a su
estancamiento. ¿Pura coincidencia acaso?
Solo los no envidiosos, ¡Están en condiciones de progresar!
Solo los no envidiosos, ¡Están en condiciones de progresar!
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