“Un empleado con muchos años en una importante organización se acercó al gerente y le dijo:
-Señor García, quería comentarle un tema que creo que no es justo. Se nos ha anunciado una restructuración y ¿Por qué Ana, que lleva poco más de un año en la empresa gana ya más que yo, si tenemos un puesto equivalente y yo llevo casi veinte años aquí? Considero que es un error.
-El gerente lo miró unos segundos sin
responder, alzó la vista y tras la
ventana de su despacho le dijo:
-¿Ves ese barco que ésta llegando al
puerto? Acérquese y hable con ellos, por si tienen algo que nos interese.
Una hora más tarde el empleado regreso:
-He hablado con uno de los marineros y
me han dicho que tienen la bodega llena y están de regreso a su lugar de
origen, aquí sólo van hacer una parada
para descansar.
García le contesto:
-Vaya y entérese si estarían dispuestos
a vender su carga.
Unos minutos más tarde el leal
empleado volvió de nuevo.
Lo veo difícil, me ha dicho que tienen
un comprador en su pueblo y que paga muy bien.
El dueño comento:
Entérese cuál es la oferta que tienen y por cuánto estarían dispuestos a vender.
-Bien, lo intentaré, pero tendrá que
ser después de comer, porque se marcharan ya a la cantina.
Esa misma tarde el empleado volvió y
le trajo a García nueva información.
-Dice que se lo compran a veinte, y
que consideran que es un buen precio. Si queremos la mercancía tendríamos que mejorar la oferta.
-Bien, y ¿Tú cuál crees que sería una
buena oferta?, le pregunto García.
-Yo les ofrecería veintitrés de
entrada, y a partir de ahí entraría en
el tire y afloja de siempre, pero en ningún caso pasaría la oferta final de veintiséis.
De todas formas no los veo muy receptivos, ya sabe, no son los habituales de
este puesto y eso se nota.
-¿Te atreves a intentar cerrar un
trato con ellos?
-Hombre, señor García, atreverme por
supuesto. Mañana a primera hora me acerco a negociar con ellos, si aún están aquí,
porque tienen mucha prisa en volver a casa.
El dueño le pide al empleado que se siente
y sin decirle nada más manda llamar a Ana, que empezó a trabajar en la
organización al quedarse viuda, tras el naufragio del barco de pesca del que su
marido era capitán.
Ana salió del despacho y el empleado
replicó:
-Jefe, si ya lo hecho yo, ¿para qué
otra vez a Ana?, el dueño le hizo callar
con un gesto, indicándole que esperara. Poco más de media hora más tarde
regresó Ana, y le dijo:
-Tienen las bodegas llenas, me empeñe
en hablar con el capitán y me ha dicho que vuelven a puerto, que sólo han
parado a descansar. Le he preguntado que en cuanto se lo compran, y me ha dicho
que tienen un comprador en su pueblo que lo paga a veinte. Como querían cenar
temprano para madrugar y zarpar al amanecer, los he llevado al Mesón del Ancla,
que no lo conocían y está mucho mejor que la cantina. Allí mientras pedían, le
he igualado la oferta , y le he dicho
que le compramos su pesca manteniendo los
veinte, lo descargamos todo esta misma noche, y así mañana parten con las
bodegas vacías, con lo que podrán llegar un día antes a casa, sin tener que ocuparse de
la venta y además ahorrando combustible. Me ha dicho que si cerramos el negocio
antes de que se acuesten, que vale. De regreso he hablado con los muchachos del
almacén, y me dicen que podrían tener una cuadrilla para descargar el
barco esta misma noche. Creo que es un
buen negocio, y me ha dicho el capitán que si todo sale bien, estarían
dispuestos a traer aquí la mercancía a
partir de ahora, porque este puerto les viene mucho mejor para su ruta. ¿Está
bien, jefe?
García miró al empleado una sola vez,
giró su cabeza y le dijo a Ana:
Buen trabajo, se nota que conoces bien
a los marineros. Diles a los chicos que descarguen y al capitán que yo mismo le
acercaré el dinero y le invitaré a una copa para charlar del futuro.
Ana salió velozmente del despacho, y
el dueño se dirigió al empleado:
-Perdone, con este trajín he olvidado
lo que me comentaba esta mañana, ¿De qué se trataba?
El empleado, aún inconsciente, tan
sólo dijo:
-Bien señor, espero que haga valer mi
antigüedad en la organización a la hora de la reestructuración.
Y el dueño respondió a Vladi:
-Espero que sea usted el que haga
valer esos años de experiencia, su rendimiento no está en mis manos, sino en
las suyas, por mi parte estaré encantado de volver a tenerle entre los mejores
si así lo merece. Buenas tardes.” –Tomado:
Paco Muro-
La antigüedad en una organización no
es un grado. El talento, el rendimiento y la eficacia profesional, sí. Que
desánimo y desaliento siente un gerente que necesita colaboración de un equipo
de trabajo entusiasta y se queda estupefacto ante la pereza, la falta de espíritu
de sacrificio, de iniciativa, de energía
y de perseverancia de sus colaboradores, para llegar a término la ejecución de
las tareas que cada uno debe cumplir.
Por todas partes se ve flotar la tosquedad,
la desatención, la despreocupación, la indiferencia. Esta parece ser la regla
general en el obrar de muchos empleados.
Hasta pronto.
¿Cómo
empezó a resolver este enigma? ¿Tuvo en cuenta la antigüedad del auto? ¿El
tiempo a la licencia para caducar? ¿Le sirvieron de algo los datos de los
desperfectos del vehículo? ¿Ya sabe la edad del camionero? ¿Y qué pasa si le
digo que no tiene que hacer ninguna cuenta ni ninguna deducción; Solo tiene que
leer atentamente el problema?
Recuerde
que atención y memoria son dos funciones en permanente interrelación y dependientes
una de la otra. Por eso este ejercicio es excelente para estimular la primera
fase de nuestra memoria: La fijación.
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