La tecnología afecta nuestro
entorno y algunos parámetros tradicionales de la profesión. Con la llegada del internet se presume un
cambio de mentalidad, un evolucionar en el mundo laboral y comercial, y ello
obliga a una transformación de la figura del auditor.
Salta a la vista, que frente al
cambio el auditor osado y con poderío produce el cambio, los de alta competición
lo anticipan, los rápidos e inteligentes lo aprovechan y algunos negados son engullidos
por la innovación.
Un auditor de
alta competición se identifica por:
- Ser Idóneo y dar valor agregado al cliente y su firma;
- Convertir las necesidades y dificultades del cliente en oportunidades de negocios para uno y otro;
- Tener la capacidad de trato con los demás, creando dependencia en el cliente;
- Influir en el cliente y detectar fácilmente los problemas del encargo;
- Introducir sus ideas a la firma para convertirlas en soluciones rentables que benefician a todos;
- Poseer valores éticos íntegros, cumplir siempre las ofertas y generar una relación de alta confianza y honestidad con el cliente;
- Saber gestionar su tiempo y facturación del cliente;
- Ser riguroso en su planificación estratégica;
- Aporta nuevas alternativas para combinar los servicios de la firma para ser más competitivos;
- Ser el profesional que sabe vender y defender el valor de sus servicios, siendo consciente que su buen desempeño forma parte del servicio global, ayudando a argumentar el valor del encargo;
- Trasmitir seguridad en el servicio;
- Ser entusiastas de su servicio y firma;
- Ser conscientes que ni ellos ni su firma son únicos, pero son lo suficientemente sobresalientes para dar servicios eficaces, rentables y útiles para el cliente; y
- Ser auditores más creativos, abiertos a salirse de los esquemas tradicionales.
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